viernes, noviembre 04, 2005

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Había una vez una chica que siempre estaba triste. Se le había olvidado como sonreír. Cada día se levantaba de la misma manera, sin ninguna ilusión, sin ningún objetivo. Simplemente se levantaba porque es lo que toca cada mañana.

Intentaba cambiar su día a día y ser feliz de una vez, pero por más que probaba no lo conseguía. Miraba con recelo aquellos que eran como ella quería ser, envidiaba secretamente a aquel a quien tanto criticaba. Ella misma se había encerrado en un mundo que creó en el que se pensaba que podía ser feliz, pero no lo era. Su aislamiento en ella misma sólo había aumentado su soledad y su tristeza.

Un día encontró un viejo álbum de fotos familiares. Lo abrió y vio toda su infancia explicada en apenas unas cuantas páginas. Le costaba creer que aquella niña sonriente fuera ella, no se reconocía. Una niña que, pese a todos los problemas que tenía, seguía sonriendo ante la cámara. ¿Cuándo había dejado de luchar? ¿En que momento de su vida perdió la sonrisa?

La chica triste decidió que se había acabado. No volvería a estar triste nunca más, no permitiría que ningún problema le impidiera seguir sonriendo. Compró un candado, encerró con él toda su tristeza y guardó la llave deseando no tener que usarla nunca más. No obligueis a esta niña a perder la sonrisa otra vez; esta sonrisa que tanto le costó encontrar.


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Cuentos desde las aguas del Peneo

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