Sabía que lunar en francés se decía grain de beauté y conocía expresiones en catalán como la de cara pigada, cara estimada. Todo el mundo los admira pero nadie se fija en ellos. No se usan como elemento diferenciador para describir a una persona (y eso que no hay dos lunares iguales). Las pecas sí que las tienen en cuenta, pero los lunares no. Nadie veía los lunares, y eso que son más grandes. A Marilyn Monroe sí que se lo habían visto, y eso que sólo tenia uno. Cabe la posibilidad que fuera ella misma quien dijera un día a un periodista: ¿Ha visto que lunar que tengo? Y entonces se fijó (porque eso sí, una vez te fijas en ellos los ves muy rápidamente).
Seguía mirando sus lunares. ¿porqué estaban ahí? ¿Qué fuerza extraña hacía aparecer a un lunar? Además cambiaban de tamaño y forma a medida que pasaba el tiempo. Mientras se preguntaba si los lunares tenían algún significado oculto llegó a la conclusión que los suyos sí. ¿Quién podía negárselo? Nadie tenía pruebas en contra. Pensó qué utilidad podría dar a sus lunares. Entonces se le ocurrió: le servirían para crear. Los lunares que tenia impresos en la piel eran como las estrellas que vemos en el cielo, con miles de constelaciones por descubrir. Así que los días que no estuviera inspirada, miraría sus lunares en busca de alguna cosa, lo que fuera.
- Ya que nadie los ve, yo los miraré mucho- pensó.